lunes, 23 de enero de 2012

¡Resiste Hungría!


Ya hemos dicho que el Nuevo Orden Mundial (NOM), es decir, lo políticamente correcto, es decir, la ingeniería social anticristiana, la ha cogido con Hungría y con su Gobierno democrático, la Federación de Jóvenes Demócratas (FIDESZ), que lidera el primer ministro, Viktor Orban. La táctica es la de siempre: como usted tiene pensamiento cristiano (sea o no un pío practicante, que eso es harina de otro costal) no puede ser demócrata, ni tolerante, ni pluralista. Damos un pasito más en la sutileza idiomática y nos encontramos con la conclusión pretendida: “Hungría fascista”. ¿Por qué fascista? Por pretender ser cristiana.

Como no hace bonito explicarlo así, de buenas a primeras, comienzan con las falsas acusaciones, pasito a pasito, y con mucha propaganda. Así que distingamos: ¿Qué es lo que no soporta el NOM de Hungría? Esto: que en su Constitución reconoce los principios cristianos de Hungría (fundada o desarrollada como Estado por Reyes y príncipes que, en algunos casos elevados a los altares). Es decir, como casi todos los países que componen la Unión Europea y como los fundadores de la propia UE. Tampoco le perdonan a Orban que en esa Constitución se defienda la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural, porque la católica Bruselas considera que el aborto es un derecho humano. Por último, no le perdonan la definición legal del matrimonio como el compromiso entre hombre y mujer para formar una familia, porque los lobbies homosexual y feminista imperan en Europa y acabarán por hacerla desaparecer del mapa, a costa de no tener hijos.

Estas son las razones reales del odio a Hungría. Ahora vamos con las excusas. Hungría, aseguran los portavoces del NOM, ha contravenido los valores –sobre todo los bursátiles- de Europa en al menos los siguientes puntos:

Ha cercenado la libertad de prensa. Mentira. Es más, los húngaros lo único que hicieron fue promulgar una ley donde, sí, se ponían restricciones a la libertad de prensa cuando ésta atentaba contra principios fundamentales de la nueva constitución, pero lo retiraron en cuanto surgieron las primeras protestas. Lo gracioso es que, entre sus acusadores, figuran países como España donde la ley de Violencia de Género, por ejemplo, persigue cualquier voz que se alce contra una norma tan liberticida que encarcela a los varones por la mera denuncia de malos tratos de la mujer, también maltrato “psicológico”, –las más de las veces, denuncias falsas- y sin necesidad de diligencia previa alguna por parte del juez. Y lo mismo puede decirse de la homofobia.

Más mentiras: las normas húngaras impiden la independencia judicial. Y este sermón proviene de países como España, donde el poder judicial está tan politizado que las principales instituciones del ‘tercer sector’ se deciden por cuota parlamentaria.

Por último, se acusa a Hungría de cercenar la independencia del Banco Central húngaro. Hombre, para los que creemos que los bancos centrales no deberían ser independientes de la política económica de un Gobierno democrático, la cosa tiene mucha guasa. Entre los inspectores del Banco de España se repite una vieja máxima: “El Banco está al margen del Estado de derecho” y, por supuesto, no es elegido por nadie. En toda Europa, aunque no pueda cesarlo, al gobernador le elige el Gobierno. En cualquier caso, que los acusadores de este leso atentado contra la democracia, sean 17 países que han cedido su soberanía monetaria al Banco Central Europeo (BCE), que encima no puede mover un dedo sin permiso del Gobierno alemán, tiene su coña.

Más: los húngaros son xenófobos, porque no están respetando a determinadas minorías magiares. Y entre los acusadores figuran países con cuotas de inmigración –todos- y otros que han deportaciones de, por ejemplo, gitanos y rumanos, verbigracia, Francia.

Y la acusación más graciosa de cuantas se formulan contra Hungría es la de que el partido Fidesz se ha lanzado a promulgar decenas de leyes. Al parecer, la cantidad no está bien vista. Ojo al dato: una acusación que se lanza a un país que está obligado a desarrollar una nueva constitución. Es como si, durante la década de los años ochenta, a España se le acusara de profusión de normas, cuando estábamos obligados a desarrollar la Constitución de 1978.

Otrosí: el amigo Orban está realizando una purga judicial con la jubilación de los magistrados a los 62 años de edad. Y hace bien. Nada tiene de malo esa medida, que lo que pretende es jubilar a una generación de jueces soviéticos, verdaderos verdugos de los húngaros, por ejemplo, del propio Orban, conocido luchador contra la tiranía comunista.

¿Y cuáles son los instrumentos del NOM para presionar al democrático gobierno de Hungría? Principalmente tres: una campaña de prensa feroz, ese brutal instrumento NOM en que se ha convertido el Parlamento Europeo –en plata poniendo a parir a los húngaros en tan egregia cámara- y, en tercer lugar, con el dinero, es decir, asegurando que ni la Unión Europea ni el fondo Monetario Internacional (FMI), otro instrumento controlado por la plutocracia NOM, prestarán dinero a Hungría, a ver si logran asfixiar su economía.

Y esto lo predican gente como Durao Barroso, presidente de la Comisión Europea, que han permitido que Alemania y Francia impongan gobiernos y primeros ministros en Grecia e Italia, a quienes, tras arrodillarse ante Bruselas y tras asfixiar a sus ciudadanos, se les permite seguir llamándose democracias. El mismo que vetó a quien iba a ser su vicepresidente, el filósofo católico, Rocco Buttiglione por eso, por católico.

Estamos ante el típico consenso NOM, formado por tres tipos de colectivos: los instigadores –pocos-, los adictos -más- y los tontos útiles –multitud-, esto es, idiotas que repiten los tópicos para chantajear a un país. En este último grupo apunten al 90% de los cronistas europeos que disertan sobre Hungría.

Ahora bien, ninguna difamación tiene éxito si no se cuenta con los próximos al difamado, que son quienes otorgan marchamo de verosimilitud a la calumnia. Son los tontos más útiles de todos los tontos útiles. En otras palabras, el NOM necesita del cainismo, cainismo húngaro, y ya lo ha conseguido. Ya lo ha conseguido, con los partidos de la oposición, herederos del comunismo húngaro -es decir, la doctrina de la mentira-, derrotados en las urnas por el Fidesz, quienes, a pesar de su rotunda derrota electoral, ya se han lanzado a la calle para protestar contra la nueva Constitución. Es decir, que protestan, no contra leyes liberticidas, sino contra la ley de leyes, que alude al cristianismo y que protege los derechos a la vida y a la familia natural: Do you understand?

Y todo ello sin olvidar la también necesaria apelación al ridículo, el golpe definitivo. En efecto, para que no falte de nada, por pura casualidad, es decir, pro el consenso NOM, ahora resulta que Pál Schmitt, presidente de Hungría –presidente no ejecutivo, que diríamos en términos empresariales- plagió su tesis doctoral de un profesor búlgaro. No, no es que Schmitt sea un líder ideológico del Fidesz pero, naturalmente, los cronistas, por ejemplo los tonticronistas de muchos medios españoles, gente de derechas de toda la vida, se apresuran a añadir la coletilla NOM de que Schmitt logró la Presidencia gracias a los votos del Fidesz. Vamos, que la tesis no la plagió el primer ministro Orban, pero casi.

En Hungría nos estamos jugando mucho todos los europeos, no sólo los húngaros. Por ejemplo, nos estamos jugando nuestra libertad, que no es posible sin la verdad. ¡Resiste Hungría!

Fuente: Hispanidad Digital

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