miércoles, 5 de septiembre de 2012

Realismo

Rajoy... y su morro.
«Lo peor que le puede ocurrir a un gobernante es no entender la realidad en la que vive», afirmaba Rajoy en la entrevista de Bieito Rubido y Ramón Pérez-Maura que el domingo publicaba ABC. No era la única ocasión en la que el presidente del Gobierno, para justificar los incumplimientos de su programa o la adopción de medidas antipopulares, se refería a la «realidad» poco halagüeña que padecemos. Es, en verdad, encomiable que un gobernante se rija por criterios realistas. El idealismo es uno de los errores filosóficos más graves de la modernidad, acaso el más grave de todos; y consiste en creer que la realidad de las cosas es incognoscible para el hombre. Esta negación de la realidad, que en filosofía acaba arrastrando fatalmente al relativismo, en política ha favorecido la floración de los utopistas y arbitristas más variopintos, convencidos de que la realidad puede amoldarse a unas «ideas» preconcebidas que, por contagio, logran infundir en una multitud cretinizada que los acompaña gozosamente hasta el barranco. La recuperación del sano realismo, en política como en filosofía, es tarea apremiante y necesaria para la salvación del mundo. Rajoy, mucho más modestamente, cree -risum teneatis- que su realismo le permitirá ser reelegido.

Pero, ¿es Rajoy un realista verdadero? Sería tedioso traer aquí a colación el enjambre de declaraciones que Rajoy hizo cuando todavía se hallaba en la oposición, en contra de las medidas económicas decretadas por el gobierno de Zapatero; muy notoriamente podríamos destacar su campaña contra la subida del IVA, que según nos decía entonces no haría sino paralizar aún más el tráfico mercantil, condenar a la quiebra a muchos pequeños empresarios y fomentar la economía sumergida, sin aumentar a la larga la recaudación. Entonces Rajoy era un realista, aunque su realismo resultase un tanto adánico, como siempre le ocurre al político cuando se halla en la oposición; pero, puesto a gobernar, Rajoy no hace sino agravar el mal que entonces condenaba. ¿Por realismo? En la entrevista que publicaba ABC reconocía que la subida del IVA no la hace por gusto, de donde se deduce que la hace forzado. Pero aceptar la realidad nunca es algo forzado, sino razonable; luego si sube el IVA a disgusto es porque se lo imponen unas «ideas» que ni siquiera reconoce como suyas: ideas de arbitristas con poltrona en Bruselas, que creen que la realidad se amoldará a sus cálculos desencarnados. Pero la señora realidad es lo más carnal que existe; y siempre desmiente a los calculadores desencarnados.

Aquí se percibe que Rajoy no actúa como un político realista, sino como un aplicado ejecutor de las órdenes que recibe de Bruselas. Esta falta de realismo se aprecia también en la creación de ese «banco malo» que, en aplicación de las imposiciones de Bruselas, acogerá los «activos tóxicos» de la banca española. El gobierno de Rajoy nos asegura que este banco no tendrá coste alguno para el contribuyente; pero si se crea un «banco malo» es, precisamente, porque no existe mercado para tales «activos tóxicos», pues de lo contrario serían las propias entidades bancarias que los han generado las que se preocuparían de sacarles rendimiento. Los activos tóxicos de ese banco malo serán saneados por el contribuyente; y negarlo es idealismo de arbitristas que no comprenden la realidad. Pero la señora realidad es tozuda; y entre sus métodos persuasivos no excluye los escarmientos más dolorosos. Claro que los arbitristas siempre se las ingenien para que el escarmiento sea en cabeza ajena, que aquí será, para variar, la cabeza de los pobres paganos.

Autor: Juan Manuel de Prada

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