Rubalcaba ha anunciado un «striptease económico», que es cosa que suena muy
sicalíptica y tremebunda, tan sicalíptica y tremebunda como aquellos
carteles de las películas «S» que ponían en los cines, allá en mi
infancia antediluviana, protagonizadas por Edwige Fenech y Gloria Guida.
Hasta un cine que había a las afueras de mi ciudad levítica acudíamos
los niños de mi pandilla, a fisgonear los carteles de la marquesina y
esperar las reacciones del público, compuesto mayormente por viejos
verdes que salían de la sala con cara de pocos amigos.
-¿Hay desnudos integrales? -les preguntábamos.
Y los viejos verdes rezongaban:
-Pssss
Algún striptease pa marear la perdiz, todo lo más.
-¿Pero se ve lo negro o no se ve lo negro? -insistíamos.
-Ni por asomo -bramaban, contrariados.
Yo no sabía que era aquello del striptease, pero
siendo para marear la perdiz, me imaginaba que sería algo con mucho
jeribeque y contoneo, pero más bien aburridillo y cansino, como
efectivamente comprobé algunos años más tarde, viendo a la Bassinger en
el striptease de «Nueve semanas y media», película en la que me quedé
dormido. La misma impresión aburrida y cansina nos la procura ahora el
anuncio de «striptease económico» hecho por Rubalcaba, que promete hacer
pública su declaración de la renta, ese papelorio donde nunca se ve lo
negro, ni por asomo. Esta moda política de exhibir las declaraciones de
la renta como prueba de honestidad es una de las pantomimas más chirles y
mentecatas que uno imaginarse pueda. ¡Lo negro, hombre, lo negro es lo
que queremos ver! Que para ver lo blanco ya tenemos las películas de
Walt Disney.
Aquí la única que ha hecho un striptease
económico fetén a la clase política es esa Beatriz Talegón, que en la
cumbre de la Internacional Socialista celebrada en Cascais se preguntó,
dirigiéndose públicamente a sus conmilitones, si era posible «promover
la revolución desde un hotel de cinco estrellas y llegando en coches de
lujo». Tal osadía ha debido parecerles a sus conmilitones porno duro; y
en seguida le han aplicado el «striptease económico» preconizado por
Rubalcaba, desvelando sus ingresos y sus andanzas de trotamundos a
«gastos pagos». Beatriz Talegón, que no habrá leído a Donoso Cortés,
todavía no ha debido de enterarse de que la aspiración elemental de todo
socialista es precisamente la que denunciaba:
-Todas las escuelas socialistas, unas implícita y
otras explícitamente -nos enseña Donoso-, proclaman las pasiones
divinas y santas. Supuesta la santidad y divinidad de las pasiones,
procede la condenación explícita de todo sistema represivo y penal, y
sobre todo la condenación de la virtud, cuyo oficio es atajarlas el
paso, impedir su explosión y reprimir sus ímpetus Todas estas cosas
están enseñadas y proclamadas con un cinismo mayor o menor en todas las
escuelas socialistas. (
) Por esta razón, el fin supremo del socialismo
es crear una nueva atmósfera social en que las pasiones se muevan
libremente, comenzando por destruir las instituciones políticas,
religiosas y sociales que las oprimen. La edad de oro, anunciada por los
poetas y aguardada por las gentes, comenzará en el mundo cuando tenga
principio este gran suceso y cuando despunte esa magnífica aurora. La
tierra, entonces, será un paraíso.
El paraíso socialista es un hotel de cinco
estrellas en Cascais, con un coche de lujo esperando en la puerta. Y,
mientras alcanza tal paraíso, el socialista puede marear la perdiz
haciendo «striptease económico», en el que nunca, ni por asomo, se verá
lo negro.
Autor: Juan Manuel de Prada
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