domingo, 17 de febrero de 2013

«Striptease» económico

Rubalcaba ha anunciado un «striptease económico», que es cosa que suena muy sicalíptica y tremebunda, tan sicalíptica y tremebunda como aquellos carteles de las películas «S» que ponían en los cines, allá en mi infancia antediluviana, protagonizadas por Edwige Fenech y Gloria Guida. Hasta un cine que había a las afueras de mi ciudad levítica acudíamos los niños de mi pandilla, a fisgonear los carteles de la marquesina y esperar las reacciones del público, compuesto mayormente por viejos verdes que salían de la sala con cara de pocos amigos.

-¿Hay desnudos integrales? -les preguntábamos.
Y los viejos verdes rezongaban:
-Pssss… Algún striptease pa marear la perdiz, todo lo más.
-¿Pero se ve lo negro o no se ve lo negro? -insistíamos.
-Ni por asomo -bramaban, contrariados.

Yo no sabía que era aquello del striptease, pero siendo para marear la perdiz, me imaginaba que sería algo con mucho jeribeque y contoneo, pero más bien aburridillo y cansino, como efectivamente comprobé algunos años más tarde, viendo a la Bassinger en el striptease de «Nueve semanas y media», película en la que me quedé dormido. La misma impresión aburrida y cansina nos la procura ahora el anuncio de «striptease económico» hecho por Rubalcaba, que promete hacer pública su declaración de la renta, ese papelorio donde nunca se ve lo negro, ni por asomo. Esta moda política de exhibir las declaraciones de la renta como prueba de honestidad es una de las pantomimas más chirles y mentecatas que uno imaginarse pueda. ¡Lo negro, hombre, lo negro es lo que queremos ver! Que para ver lo blanco ya tenemos las películas de Walt Disney. 

Aquí la única que ha hecho un striptease económico fetén a la clase política es esa Beatriz Talegón, que en la cumbre de la Internacional Socialista celebrada en Cascais se preguntó, dirigiéndose públicamente a sus conmilitones, si era posible «promover la revolución desde un hotel de cinco estrellas y llegando en coches de lujo». Tal osadía ha debido parecerles a sus conmilitones porno duro; y en seguida le han aplicado el «striptease económico» preconizado por Rubalcaba, desvelando sus ingresos y sus andanzas de trotamundos a «gastos pagos». Beatriz Talegón, que no habrá leído a Donoso Cortés, todavía no ha debido de enterarse de que la aspiración elemental de todo socialista es precisamente la que denunciaba:

-Todas las escuelas socialistas, unas implícita y otras explícitamente -nos enseña Donoso-, proclaman las pasiones divinas y santas. Supuesta la santidad y divinidad de las pasiones, procede la condenación explícita de todo sistema represivo y penal, y sobre todo la condenación de la virtud, cuyo oficio es atajarlas el paso, impedir su explosión y reprimir sus ímpetus Todas estas cosas están enseñadas y proclamadas con un cinismo mayor o menor en todas las escuelas socialistas. (…) Por esta razón, el fin supremo del socialismo es crear una nueva atmósfera social en que las pasiones se muevan libremente, comenzando por destruir las instituciones políticas, religiosas y sociales que las oprimen. La edad de oro, anunciada por los poetas y aguardada por las gentes, comenzará en el mundo cuando tenga principio este gran suceso y cuando despunte esa magnífica aurora. La tierra, entonces, será un paraíso.

El paraíso socialista es un hotel de cinco estrellas en Cascais, con un coche de lujo esperando en la puerta. Y, mientras alcanza tal paraíso, el socialista puede marear la perdiz haciendo «striptease económico», en el que nunca, ni por asomo, se verá lo negro.

Autor: Juan Manuel de Prada

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