lunes, 25 de marzo de 2013

La quita chipriota

Sacrificios de inocentes a Moloch
El «rescate» chipriota nos vuelve a confirmar que la idolatría plutónica está dispuesta a cualquier cosa. Como aquellos sacerdotes de Baal y Moloch, que no vacilaban en llevar ante el altar de los sacrificios a multitud de inocentes, fingiendo que así se aplacaría la cólera de aquellos dioses bárbaros, los sacerdotes de la idolatría plutónica no vacilan en saquear la economía real, fingiendo que así paliarán una crisis provocada por la hipertrofia de los mercados financieros y el endeudamiento mastodóntico de los Estados. Resulta en verdad aleccionador comprobar cómo todas las idolatrías que en el mundo han sido concluyen de la misma manera: cuando los falsos dioses que las sustentaban se muestran inoperantes, sus sacerdotes, en lugar de cerrar el chiringuito, se obstinan en ofrecerles víctimas propiciatorias. La idolatría plutónica no quiere reconocer que la deuda acumulada por los Estados es simplemente im-pa-ga-ble, por la sencilla razón de que sus cifras computan un dinero que nunca existió, meras anotaciones contables, una «niebla de las finanzas» multiplicada piramidalmente. Y, para reparar el desaguisado, a la idolatría plutónica no se le ocurre otra solución sino detraer recursos de la economía real: es como si un arquitecto demente, después de erigir una nueva torre de Babel, viendo que amenaza derrumbe, se dedicase a excavar sus cimientos.

En este desquiciado intento de salvar lo que es insalvable, los sacerdotes de la idolatría plutónica empezaron por adelgazar los salarios y aumentar los impuestos; ahora, en Chipre, se lanzan a la confiscación de los ahorros. Para que tal despojo resulte menos monstruoso, ponen en marcha la maquinaria de la propaganda oficial, presentando Chipre como una suerte de paraíso de la opacidad bancaria, donde las mafias del Este blanqueaban ingentes cantidades de dinero negro. Pero si Chipre es un nido de latrocinios y enjuagues financieros es porque a los sacerdotes de la idolatría plutónica así les convino que fuese. Que ahora los mismos que ampararon esos latrocinios se erijan en sus sanadores se nos antoja, en verdad, desquiciante, tan desquiciante como todo lo que viene ocurriendo desde que se declarara la crisis que nos fustiga. Primeramente se permiten prácticas financieras delictivas y se protegen con leyes que garanticen la impunidad de quienes las perpetran; posteriormente, cuando tales prácticas revelan su carácter criminal, los mismos que las permitieron (que, a poco que rasquemos, comprobaríamos que fueron también quienes las perpetraron, o quienes se beneficiaron de que se perpetrasen) se aprestan a combatirlas… mediante la confiscación de los ahorros.

La propaganda oficial se esfuerza por presentar la quita chipriota como una medida excepcional que no se extenderá a otros países. Es exactamente el mismo procedimiento que en su día se empleó cuando las autoridades europeas exigieron al Estado griego que sometiera a sus súbditos a exacciones forzosas; poco a poco, tales exacciones se han ido reproduciendo en otros lugares, aunque haya variado el modus operandi: ahora ya ni siquiera hace falta que las exigencias europeas sean taxativas, bastan «recomendaciones» que los Estados otrora soberanos acatan sin rechistar. La quita chipriota es tan sólo una «experiencia piloto» que los Estados más endeudados no tardarán en replicar. En España nos dicen que nuestra deuda está controlada y que ya «hemos hecho los deberes»; cantinela que, inevitablemente, nos recuerda aquellas eufóricas proclamas de hace unos años, sobre el magnífica situación de nuestros bancos. 

Autor: Juan Manuel de Prada

No hay comentarios: