Pablo Iglesias |
Pablo Iglesias es muy superior al resto de dirigentes
políticos españoles, siquiera porque tiene lecturas y teología, de las
que los otros carecen. Lo ha vuelto a demostrar con esa frase o eslogan
que ha lanzado este fin de semana:
El cielo no se toma por consenso, se toma por asalto.
Que es una paráfrasis del Hiperión
de Hölderlin, a su vez parafraseado por Marx en una carta dirigida al
doctor Ludwig Kugelmann, en la que ponderaba la «iniciativa histórica» y
la «capacidad de sacrificio» de los «heroicos camaradas» de la Comuna
parisina. Este asalto del cielo que postula Pablo Iglesias revela, amén
de lecturas, una teología muy precisa, de raíces prometeicas, que Donoso
Cortés ya había detectado en la ideología socialista (frente a la
liberal, que calificaba de «antiteológica y escéptica» y, por lo tanto,
destinada a la derrota); una «teología satánica» en la que, «si hay
mucho de falso, hay algo de gigantesco y grandioso, digno de la majestad
terrible del asunto».
¿Y quiénes nos han traído esta teología? Los partidos de
consenso trataron de imponer una antiteología que negaba el pecado
original, proclamando el falso dogma de la inmaculada concepción del
hombre, que de este modo ya no estaba necesitado de dirección divina.
Este hombre emancipado de Dios afirmó nos explica Donoso primero la
soberanía de la inteligencia (parlamentarismo, libertad de opinión,
etcétera), después la soberanía de la voluntad sin el auxilio de la
gracia (sufragio universal) y, ya por último, la soberanía de los
apetitos, que siendo el hombre inmaculado habían de ser necesariamente
todos excelentes, de tal modo que los gobiernos debían ordenarse a su
satisfacción (derechos de bragueta). En realidad, los partidos de
consenso, al satisfacer los apetitos del pueblo, no hacen sino
garantizar los suyos; pues, mientras los gobernados se refocilan en la
cochiquera, no se pispan del «cielo de consenso» con tarjetas negras que
disfrutan sus gobernantes. Pero esta política antiteológica de puro
disfrute de goces materiales colapsa cuando los gobernados, a dos velas
por culpa de la crisis, se pispan del engaño y se encabronan, pues no
sólo de derechos de bragueta vive el hombre inmaculado, sino de todo
billete que sale de un cajero automático.
A este hombre desengañado de la antiteología liberal le
viene Pablo Iglesias con su teología, que tiene la ventaja de ir derecha
a los grandes desaguisados provocados por los partidos de consenso,
ofreciendo una solución perentoria. Los partidos del consenso liberal se
contentaban con recluir a Dios en los desvanes del cielo, como un
armatoste al que se destierra o arrincona; Pablo Iglesias, mucho más
consecuente, considera que ese caricaturesco Dios de chichinabo que se
ha inventado la antiteología liberal simplemente no puede existir. Y
ofrece a sus seguidores tomar por asalto el cielo que se ha quedado sin
dueño: una vez que se ha negado que el mal sea una perversión de la
naturaleza humana caída que vino a redimir Cristo, Pablo Iglesias
postula que el mal es un vicio orgánico del orden político (¡la casta!)
que el propio hombre redimirá levantándose en rebeldía contra todas las
instituciones y liberándose de sus ataduras, hasta convertirse a sí
mismo en un nuevo dios omnímodo y vengador.
Paradójicamente, los bellacos que, cogiditos de la mano
en su cielo de consenso, nos trajeron a Pablo Iglesias, andan metiéndole
miedo a la gente con el asalto al cielo que Pablo Iglesias planea. Pero
tales bellacos nada tienen que temer, fuera del desalojo. Como ya nos
advirtiera Donoso, esta teología no tiene para el liberalismo sino
desdenes; es para el catolicismo para el que guarda sus odios.
Autor: Juan Manuel de Prada
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