jueves, 12 de julio de 2012

Rajoy: entre la milonga, la mentira, el cambalache y la cobardía

La guinda del día apoteósico de Mariano -ese hombre que regresó triunfal de Europa- en la jornada de la nueva presentación de sus recortes de verano  fue la de salir corriendo, escoltado por la policía, y por la puerta de atrás de Congreso, para no soportar la vulgaridad de unos centenares de antipatriotas -añorado término acuñado por el denostado Rodríguez Zapatero-, que, lejos de comprender el sacrificio que ha tenido que hacer imponiendo las medidas que le han dictado, le esperaban para cantarle las cuarenta y llamarle como mínimo “atracador”.

Salió huyendo del Congreso -mucho me temo que a partir de ahora se va a tener que acostumbrar a los incómodos silbidos que antes recibía ZP-, llevándose a su pupila más querida, la adorada por las señoras de derechas de toda la vida Soraya Sáenz de Santamaría; no fuera a ser que la intrépida recibiera su parte alícuota en el homenaje popular. Cuentan las crónicas del día que para redondear la jornada a las puertas de Génova se manifestaban los funcionarios que salían de la Audiencia y que no pueden ser confundidos con los habituales y despreciables “rojos”. Y, cómo no, esos amantes de la libertad y la democracia, esos ínclitos representantes de la soberanía popular, se alarman de que la policía no cargara sin contemplaciones y disolviera a tan irresponsables ciudadanos, tal y como se deduce de la indignación del presidente del Congreso, el popular Jesús Posada.

Me alegro hasta el infinito que Mariano en su discurso -perdón en una de las réplicas- nos haya recordado que él es un político de derechas, porque así yo tengo claro que no soy de derechas. Me revienta hasta el infinito la estulticia de los corifeos del presidente que han igualado su discurso, al justificar sus recortes, al famoso de Churchill de “sangre, sudor y lágrimas”. Me indigna la servidumbre de quienes justifican cualquier cosa afirmando que son las circunstancias las que le han obligado a cambiar su discurso; mejor dicho, a no dejar en pie ni una sola de las promesas que hizo durante la pasada campaña electoral. Me enervan los cambalaches de los tertulianos de los medios próximos al gobierno realizados para intentar salvar la cara, aunque no sé muy bien si la que tratan de salvar es la suya o la de Mariano.

El presidente del gobierno ha mentido. No es que haya faltado a la verdad como usualmente dicen los amantes de lo correcto para no molestar, es que ha mentido. Lo ha hecho al negar la evidencia: España es hoy un país que ha perdido soberanía económica, que ni pincha ni corta en el BCE, que está medio intervenido, que obedece a resoluciones extranjeras… con “hombres de negro” que nos van a supervisar cada dos o tres meses. ¿Cabe mayor desastre? Ha mentido cuando nos ha cantado la milonga de que su milagroso paquete de medidas -deben leerse recortes- son para el bien de España, de los españoles, para generar crecimiento y crear empleo… Y los diputados han aplaudido a su jefe, porque también estaban salvando sus jetas, aunque alguno quizás se viera como un gladiador con poco entrenamiento diciendo aquello de “los que van a morir te saludan”.

Y Mariano, como un torrente, por el bien de España, nos sube el IVA para recaudar más, olvidando que tras la última subida cayó la recaudación y aumentó la defraudación. Mariano, lanzado, baja las prestaciones de desempleo aunque con mucho disimulo; quita pagas a los denostados funcionarios, tras el previo calentamiento realizado por sus tentáculos de opinión (el mismo hombre que lleva seis meses lanzando a la cara de Rubalcaba que ellos son los únicos que han bajado el sueldo a los funcionarios); suprime la deducción por vivienda, ahogando a millares de familias; anuncia la reforma de las pensiones (inminente recorte de las mismas, ya lo verán) y deja en penumbra otro puñadito de puñaladas traperas lanzadas al alma de todos aquellos españoles que pagan sus impuestos, tienen controladas sus nóminas y no defraudan a nadie. Las presas favoritas de ese ave de rapiña que se adivina en la sombra del pérfido Cristóbal Montoro.

Pero lo mejor de todo es la justificación: nadie tiene la culpa de nada. Es la crisis, la falta de Europa, son los bancos (se le olvida precisar que son las Cajas fundamentalmente), son las administraciones que no pagan, las instituciones (debe leerse Comunidades Autónomas) que no pueden financiarse. Como si nada tuviera que ver con él o con la mayor parte de las señorías que moran a tiempo parcial en el Congreso de los Diputados. Es el juego del cambalache donde es lo mismo ser un paria que ser honrado.

Pero vamos a ver: ¿Quiénes gobiernan en la inmensa mayoría de las administraciones locales y autonómicas que no pagan, que nos han conducido al agujero de las facturas y que han llevado a la quiebra técnica a miles de empresas y autónomos? ¿Es que no las gobiernan los hombres del PP o del PSOE? ¿Es que no han sido los hombres del PP o del PSOE los que no han pagado? ¿Es que no han sido los hombres del PP o del PSOE los que se han endeudado?

Pero, ¿Cómo que tenemos instituciones que no pueden financiarse? ¿Se refiere a Cataluña y a Valencia? ¿Y quiénes son los responsables de que se haya llegado a esa situación? ¿Es que no ha gobernado en Valencia el PP con mayorías absolutísimas?  Y en este sentido lo que no nos ha explicado Mariano es ¿por qué en vez de intervenir estas autonomías se va a arbitrar una línea de crédito para que sobrevivan? ¿Por qué tenemos que pagar todos los despilfarros de las traducciones al catalán, de las embajadas autonómicas, de la inmersión y de las mil y una tonterías del señor Mas? ¿Por qué no dicta condiciones, como a él se las han dictado, al nacionalismo catalán y de paso hace un favor a España?

Y, ¿Cómo que esto es culpa sólo de los problemas del sector financiero? ¿Es que la quiebra de una parte de nuestro sector financiero, básicamente las Cajas, no es responsabilidad de la clase política? ¿Es que las Cajas no estaban bajo el control de los “amigos políticos”? ¿Quién señor Rajoy ha mandado o mangoneado en Caja Madrid primero y en Bankia después? ¿Es que no recordamos ya las luchas de poder por el control de la entidad entre el Partido Popular y Esperanza Aguirre? ¿Es que no ha estado gobernada por los hombres del Partido Popular?

Eso sí entre el cambalache y la milonga, géneros que Mariano interpreta como nadie, nos ha colado las compensaciones para que hoy los de derechas, sus corifeos, tengan algo con lo que contentarse: rebajará a partidos y a los odiados sindicatos un 20% en las subvenciones. No, no y mil veces no. Lo que tiene que hacer el gobierno es poner punto y final a esas subvenciones y que los partidos y los sindicatos los paguen sus afiliados, poniendo así fin al antidemocrático concepto de la democracia subvencionada. Ha anunciado entre grandes aplausos que rebajará el número de concejales, obviando que mucho me temo que serán los concejales de los pequeños pueblos que naturalmente no cobran.

Mariano ha pedido sacrificios a los ciudadanos, pero… ¿Por qué no ha anunciado que desde mañana mismo cesan todos los asesores que tienen los gobernantes populares a cualquier nivel (más de doscientos la señora Botella) invitando a la oposición a sumarse a la medida? ¿Por qué no ha anunciado que sus Comunidades Autónomas devuelven competencias al Estado? ¿Por qué no ha entrado en algo tan vital para nuestra economía como es poner fin al actual modelo autonómico?... y así, como diría un personaje de Disney, “hasta el infinito y más allá del infinito”. Pero, claro eso sería poner fin al sistema clientelar de los partidos que es el que mantiene protegidos los asientos de sus señorías. Es por ahí por donde se tiene que empezar a reconstruir económicamente España.

Los españoles no pagamos el sueldo a Mariano Rajoy para que se dedique a la improvisación, para que recurra a lo fácil a reducir la masa salarial y a recaudar más para cuadrar las cuentas, porque en el fondo todas esas medidas son para cuadrar unas cuentas que no hacen más que descuadrase. Le pagamos para que planifique, para que sea imaginativo, para que deje de improvisar mientras mira con cara de lechuga los triángulos que hacen las curvas macroeconómicas y, sobre todo, para que haga reformas estructurales que conduzcan a crear riqueza, a poner en marcha tejido industrial y no a repartir la miseria de lo que la clase política con su nefasta administración nos ha dejado.

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