domingo, 28 de octubre de 2012

Todo empezó en la mañana del 29 de Octubre de 1933



Todo empezó en la mañana del 29 de Octubre de 1933, en el teatro de la Comedia de la calle del Príncipe, de Madrid. Su propietario lo había cedido gratuitamente para que en él se celebrara un acto político de afirmación nacional, presidido por Narciso Martínez Cabezas, en el que intervendrían por este orden: Alfonso García Valdecasas, conocido por su preparación jurídica y tendencias conservadoras, Julio Ruiz de Alda -uno de los compañeros de Ramón Franco en el vuelo transoceánico del Plus Ultra- y José Antonio Primo de Rivera, el mayor de los hijos del General Don Miguel Primo de Rivera y Orbaneja que, entre 1923 y 1930 presidió un Directorio, primero militar y luego civil, conocido comúnmente como Dictadura. 

El discurso de José Antonio fue una pieza oratoria magnífica, capaz de despertar el entusiasmo de quienes estuviesen dispuestos a captar la riqueza y densidad de su pensamiento. Dicho discurso contenía un planteamiento sorprendente e inesperado para muchas de las casi tres mil personas que llenaban por completo el aforo del local, ya que en vísperas electorales, y figurando Primo de Rivera como candidato independiente dentro de listas del bloque de derechas para la circunscripción de Cádiz, podía esperarse que el acto de afirmación nacional fuese planteado por él dentro de la línea de propaganda de la derecha conservadora. Pero el joven abogado, que acababa de cumplir treinta años de edad, no hizo la menor concesión en tal sentido: habló de la unidad de España, de la justicia social, de la libertad profundad, tan distinta de la vana palabrería liberal, rechazó abiertamente el sistema capitalista tanto como el socialista.

Entre los asistentes figuraba el dirigente de las JONS (Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista) Ramiro Ledesma Ramos, que ocupaba un palco por expresa invitación de José Antonio, así como Pilar y Carmen Primo de Rivera, hermanas del orador, sus primas Inés y Dolores, y una amiga de ellas, Luisa María Aramburu, las cuales se sintieron inmediatamente captadas por aquel discurso: en medio de la gris opacidad que dominaba el ambiente político, las palabras de José Antonio restallaban luminosas y coloristas, llenas sobre todo de sentido poético.





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