domingo, 20 de enero de 2013

Que cada palo aguante su vela

Luis Bárcenas: el que parte y reparte...
En el argot taurino y teatral se llamaba «sobrecogedores» a los críticos venales que, a cambio de un sobrecico bien repleto de billetes, cantaban las loas del torero o actor de moda. Ahora nos enteramos que el que fuera tesorero o garduña del Partido Popular, Luis Bárcenas, tenía también una cohorte de «sobrecogedores», a los que repartía unos sobrecicos de dinero negro con los que premiaba, ya que no sus venalidades encomiásticas, su silencio cómplice, y quién sabe si su participación en las trapisondas que iban engordando sus ahorrillos en Suiza. Todavía no conocemos los nombres de los sobrecogedores; pero, aunque nunca llegásemos a conocerlos, la honestidad de los dirigentes del Partido Popular queda gravemente comprometida, pues no parece verosímil imaginar que Bárcenas pudiera amasar la fortuna que se le atribuye sin que nadie reparase en sus tejemanejes, ni participara en ellos. Y, aun poniéndonos en la hipótesis más inverosímil (admitiendo, en fin, que Bárcenas lograra tan meteórico enriquecimiento sin que nadie reparara ni participara en sus tejemanejes), el deber de celo que obliga a sus superiores, tanto en su nombramiento como en la vigilancia de su trabajo, los hace responsables. A esto los juristas clásicos lo llamaban «culpa in eligendo» y «culpa in vigilando»; y es una culpa cierta que no se pueda excusar alegando ignorancia y parecidas majaderías.

En los últimos días hemos escuchado a diversos dirigentes del Partido Popular desmarcarse de Bárcenas, como si tal señor fuese un turista en visita guiada por la sede de la calle Génova que, aprovechando el despiste del guía, arrambla con los ceniceros; y se repite cansinamente que Bárcenas no pertenece al Partido Popular en la actualidad. Son argumentos exculpatorios tan endebles e irrisorios que no se le ocurrirían ni al que asó la manteca. Que Bárcenas no pertenezca ahora al Partido Popular es algo carente de interés; lo que en verdad importa es que, mientras amasaba fortunas de procedencia sospechosa, ocupaba un cargo relevante en su partido y gozaba de la confianza de quienes lo nombraron. María Dolores de Cospedal ha defendido la «decencia» de su partido, afirmando que «las personas son responsables de sus propios actos» y que «cada palo debe aguantar su vela»; un modo, en verdad, pintoresco de mencionar la soga en casa del ahorcado. Pues si las personas son responsables de sus propios actos, habría que empezar por reclamar su responsabilidad a quienes nombraron tesorero a Bárcenas y lo mantuvieron en el cargo hasta que dimitió, en julio de 2009, tras su imputación en el caso Gürtel. Para entonces, hacía un año que Cospedal era secretaria general del Partido Popular, que no es liviana vela para su palo.

Citábamos en un artículo anterior los rocambolescos argumentos exculpatorios de Duran i Lleida, que declaraba quedarse «con la conciencia muy tranquila», después de que se haya demostrado que miembros de su partido desviaron fondos procedentes de subvenciones. Las declaraciones de los dirigentes del Partido Popular que escuchamos en estos días adolecen de la misma estolidez moral. En uno y otro caso, se pretende grotescamente presentar a los partidos políticos como lugares de paso en los que no rigen los principios de control y vigilancia efectiva; y en los que los individuos más desaprensivos perpetran sus fechorías a título particular, de espaldas a la organización, cuyos dirigentes se llaman a andana con olímpico desparpajo, como si vivir en la inopia fuese excusa suficiente.

Son pamplinas que a nadie resultan convincentes, y ellos lo saben. Que cada palo aguante su vela.

Autor: Juan Manuel de Prada

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