Rubalcaba |
Escucho a Rubalcaba decir que la reforma impulsada por
Wert empujará a muchos jóvenes a la marginación, al impedirles concluir
la educación secundaria. Tales milongas demagógicas las escucho justo
después de ver un documental en una televisión alemana, en el que se
denuncian las condiciones oprobiosas infrahumanas, en realidad en las
que sobreviven un puñado de trabajadores contratados por la sucursal
alemana de Amazon. Algunos de los trabajadores entrevistados eran
españoles; uno de ellos, en concreto, una licenciada en Historia del
Arte que vivía hacinada en una pensión infame, al estilo de los esclavos
en un ergástulo. Aquella mujer, con estudios superiores, sí era una
verdadera marginada.
La gente que no completa la educación secundaria no se
convierte en gente marginada, Rubalcaba. Más probabilidades de caer en
la marginación tiene la gente a la que se engatusa con milongas
demagógicas, haciéndole creer que evitará dicha marginación por
prolongar sus estudios. Lo que se precisa, Rubalcaba, no es prolongar de
forma absurda los estudios, sino asegurar la dignidad del trabajo, de
tal modo que quien sólo haya cursado la educación primaria pueda
desempeñarse laboralmente en condiciones de justicia, respaldadas por
leyes que impidan la contratación fraudulenta, los sueldos míseros, el
despido a mansalva y las condiciones de trabajo oprobiosas. Y la
realidad, Rubalcaba, es que el partido que diriges no ha hecho sino
empeorar las condiciones laborales de los trabajadores españoles desde
que ha rascado poder; primero, durante la etapa felipista, impulsando
alegremente la desindustrialización del país y desmantelando la
legislación garantista del franquismo; después, en la etapa zapaterista,
impulsando reformas laborales al dictado de la plutocracia
internacional; y, en una y otra ocasión, creando desempleo a porrillo.
Y, paralelamente, dejando la educación hecha unos zorros, favoreciendo
que gente sin vocación por el estudio prolongara su permanencia en las
aulas, para obtener diplomas y títulos académicos que ahora sólo les
sirven para limpiarse el culo. Y que, cuando la angustia los corroe, han
de marcharse a Alemania, para ocuparse en trabajos abyectos, en
corporaciones que actúan
no al margen de la ley, Rubalcaba, sino al
amparo de leyes inicuas que han aprobado los burócratas de Bruselas, o
los parlamentos nacionales, infestados de demagogos como tú, que después
de haber arrojado al foso de los leones a los trabajadores pretendéis
posar ahora como sus paladines.
A un joven sin vocación para el estudio no hay que
tenerlo rascándose la barriga en un instituto o en una universidad, para
que luego termine siendo explotado en cualquier trabajo inmundo. A un
joven sin vocación por el estudio hay que estimularlo en sus destrezas
personales y en su pundonor, para que sea un buen labrador, un buen
camarero, un buen dependiente o un buen fontanero; hay que contribuir a
su formación y garantizar su promoción mediante leyes inspiradas por la
justicia social, para que ese joven ame el trabajo salido de sus manos,
favoreciendo las condiciones que le permitan establecerse, prosperar en
su oficio y formar una familia. Y, desde luego, hay que dejar de
llenarle la cabeza de milongas demagógicas, Rubalcaba. Pero yo sé bien
por qué queréis llenarle la cabeza de tales milongas: para que el día de
mañana, cuando después de haber prolongado inútilmente su estancia en
las aulas ese joven se tropiece con la dura realidad, se convierta en un
marginado, rezumante de resentimiento. Porque entonces, Rubalcaba, sólo
entonces, conseguiréis que ese joven os vote.
Autor: Juan Manuel de Prada
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