Ser escéptico con el actual modelo de Unión Europea, y con la propia
realidad institucional de Europa, no es ser, como a veces se trata de
afirmar, contrario a Europa. Definirse como euroescéptico significa no
compartir el camino que ha recorrido la UE desde los cambios que se
introdujeron en el Tratado de Mastrich y que se ha consolidado con el
Tratado de Lisboa, artificio creado tras el gran fiasco que supuso la
Constitución Europea. Los euroescépticos no somos pues antieuropeos;
creemos en una Europa distinta. De ahí que pudiéramos resumir nuestra posición en una frase: "EUROPA SÍ, PERO NO ASÍ".
El euroescepticismo es hoy una realidad política. No es, como se propaga desde los partidos
euroapasionados (PP, PSOE, VOX, Ciudadanos o UPyD), un absurdo o una
muestra de oportunismo político. Ahí están los datos que se procuran
ocultar o ignorar. El 55% de los europeos no vota en las elecciones
europeas, del 45% que vota el 2% lo hace en blanco y del 43% restante
el 25% se estima que votarán por opciones calificadas como
euroescépticas o eurorrealistas.
Estos números nos llevan a concluir que, aproximadamente, el 67% de la población europea es escéptica con Europa: bien
porque no vota, o porque vota en blanco o vota expresamente
euroescepticismo. Este porcentaje -entorno al 67%- (más de las dos
terceras partes) se corresponde con los índices de voto contrario a la
Constitución Europea en los países que la sometieron a referéndum, como
fue el caso de Holanda o Francia, la única excepción fue España.
En resumen, la legitimidad de los que hoy nos representan en la UE
descansa en un escaso 30% de la población europea, frente a un casi 70%
que no les reconoce como tal.
Por todo lo anterior, ser escéptico con la actual Unión Europea
es estar en sintonía con la corriente de opinión mayoritaria en Europa;
solo los pertenecientes a la eurocasta mantienen aún posiciones apasionadas que van cada día encontrando menos adeptos y que terminara por ser minoritaria.
Al movimiento euroescéptico la eurocasta, intencionadamente, intenta
confundirlo con movimientos marginales o radicales, xenófobos o
racistas, con posiciones de extrema derecha o extrema izquierda, con la
intención evidente de marginar sociológicamente la legitimidad de esta
opción.
La realidad es muy distinta de esa imagen
pues mantener este discurso supondría asegurar que ese 67% que no vota
por esta UE se sitúa en la extrema derecha, la extrema izquierda o es
xenófoba o racista. Ejemplo de que esto no es así lo encontramos en
Inglaterra donde el movimiento conservador, al que nada se le puede
achacar sobre esos tópicos, ya se ha manifestado claramente como
escéptico y ha propuesto un referéndum sobre Europa para el próximo
2017. A esta iniciativa se han sumado otros muchos partidos y grupos
parlamentarios de Europa.
Resumamos, el euroescepticismo está basado en cuatro razones fundamentales.
1º.- Europa en su manera de funcionar no es democrática. El órgano
elegido por sufragio universal directo, el Parlamento, no tiene
capacidad legislativa y de control presupuestario por sí solo ("proceso
de codecisión", articulo 289 Tratado de funcionamiento UE); precisa para
legislar del Consejo de la Unión Europea, no elegido democráticamente, y
ambos dos solo pueden legislar a partir de la iniciativa de la
Comisión, que tampoco es elegida de forma democrática.
En resumen las incitativas legislativas y las normas europeas no se
adoptan de forma democrática. La conclusión es lógica, para eso no
necesitamos una UE con un Parlamento nos bastaría una simple comisión de
Estados que, conforme al quórum que se determinara, adoptara las
decisiones, que es en realidad lo que hoy sucede.
2º.- Europa, que no solo la UE, y sus instituciones no son
transparentes y su estructura, tan desconocida y entrelazada confunde,
siendo ajena al ciudadano europeo. Existen en Europa tres instituciones
que se solapan y entrelazan originando una gran confusión de
competencias que termina por no saberse a qué órgano le corresponde qué
actuación en cada momento.
En Europa tenemos: la Unión Europea, que se compone, entre otros
órganos, del Parlamento, la Comisión, el Tribunal de la UE y el Consejo
de la UE; también existe, pero fuera de las instituciones de la UE,
otro Consejo, el Consejo Europeo, y otro más, el Consejo de Europa, que
a su vez tiene también Asamblea Parlamentaria y Asamblea de las
Regiones y Tribunal de Derechos Humanos, otro Tribunal más (además del
Internacional Penal con sede en la Haya). Todos estos órganos conviven
en Europa creando una madeja burocrática de actuación imposible de
comprender para el ciudadano europeo.
El Consejo Europeo, que no pertenece a la UE, propone al Presidente
de la Comisión que sí pertenece a la institución y esta Comisión es la
que tiene legalmente la iniciativa legislativa y presupuestaria de de la
UE.
El Consejo de Europa, no confundir con el Consejo de la UE ni con el
Consejo Europeo, que aglutina a más miembros que la UE, y no pertenece
a la UE, pero regula las actuaciones de Europa y que vincula a los
estados miembros de la UE, tiene su propia Asamblea legislativa
compuesta por 318 miembros y la Asamblea de las Regiones con otros 315
miembros, más un número igual de suplentes en ambos caso.
La representación internacional de Europa está compartida, de una
parte a través de la Presidencia de la Comisión, dependiente de la UE,
de otra por el Alto Representante de la UE para asuntos Exteriores,
nombrado por el Consejo Europeo y por último por el Consejo de Europa
como institución internacional.
Algunos dirán que son cosas distintas, sí, pero todas se refieren a
cómo organizar, legislar, controlar y representar a Europa y además el
dinero sale siempre del mismo sitio, de los Estados miembros, y las
decisiones son siempre de los mismos, de la oligarquía europea compuesta
por los eurócratas de turno.
3º.- Esta estructura de Europa es inoperativa y extremadamente cara.
Solo la UE tiene tres sedes, Bruselas, Estrasburgo y Luxemburgo. A esto
debemos sumarle todas las oficinas periféricas, más las 139 delegaciones
de la UE fuera de la UE; a las que a su vez debemos sumar las sedes
del Consejo Europeo y los órganos que de esta dependan y también las
del Consejo de Europa, con sus Asambleas, Tribunales y demás.
Cientos de miles de metros cuadrados, centenas de miles de
funcionarios entre las tres instituciones, miles de millones de euros
en salarios, viajes, dietas y en coordinación y comunicación entre
sedes de la UE e instituciones de Europa. Un despilfarro insostenible
que además es desconocido para los europeos, del que no obtienen un
resultado más allá de los recortes e inicuas resoluciones judiciales que
Europa ha impuesto a España y con ello el cierre de nuestras empresas,
el desempleo y la indignidad de nuestras victimas.
4º.- Porque una cosa era lo que pretendíamos y valorábamos
favorablemente los europeos, es decir, la puesta en común de nuestros
intereses económicos en la conocida y añorada "Comunidad Económica
Europea" (CEE), esa que aspiraba a un "Mercado Común", y otra muy
distinta es esta Europa que pretende un solo Estado al que todas
nuestras soberanías se plieguen en un intento de homogenización entre
distintos, que disponen de medios desiguales muy potentes, como es el
caso de la propia moneda o las políticas fiscales y laborales. "Mercado
Común, SÍ", "Estado Común, NO".
La Europa que queremos los euroescépticos no precisa de la
elefantiásica estructura de la UE, ni tampoco de tres instituciones que
se solapan entre sí. Lo que necesitaríamos sería un simple regulador del
mercado que estableciera los parámetros de intercambio económico.
Los países Europeos como Estados soberanos y democráticos son capaces
de administrar sus decisiones políticas, sociales, financieras y
económicas como mejor les parezca atendiendo a sus intereses, identidad e
idiosincrasia.
Tienen la madurez para no tener que ser controlados por tutores que solo representan a un escaso 30% de los ciudadanos europeos.
Ser escéptico con Europa es estar al lado de ese 67% de la población
europea que no cree o no le interesa o está en contra de esta Europa
porque nada le da y nada le ofrece y que además, en los últimos años, ha
visto como no supone ningún instrumento eficaz contra la crisis.
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