La guinda del día apoteósico de Mariano
-ese hombre que regresó triunfal de Europa- en la jornada de la nueva
presentación de sus recortes de verano fue la de salir corriendo,
escoltado por la policía, y por la puerta de atrás de Congreso, para no
soportar la vulgaridad de unos centenares de antipatriotas -añorado
término acuñado por el denostado Rodríguez Zapatero-, que, lejos de
comprender el sacrificio que ha tenido que hacer imponiendo las medidas
que le han dictado, le esperaban para cantarle las cuarenta y llamarle
como mínimo “atracador”.
Salió
huyendo del Congreso -mucho me temo que a partir de ahora se va a tener
que acostumbrar a los incómodos silbidos que antes recibía ZP-,
llevándose a su pupila más querida, la adorada por las señoras de
derechas de toda la vida Soraya Sáenz de Santamaría; no fuera a ser que
la intrépida recibiera su parte alícuota en el homenaje popular. Cuentan
las crónicas del día que para redondear la jornada a las puertas de
Génova se manifestaban los funcionarios que salían de la Audiencia y que
no pueden ser confundidos con los habituales y despreciables “rojos”.
Y, cómo no, esos amantes de la libertad y la democracia, esos ínclitos
representantes de la soberanía popular, se alarman de que la policía no
cargara sin contemplaciones y disolviera a tan irresponsables
ciudadanos, tal y como se deduce de la indignación del presidente del
Congreso, el popular Jesús Posada.
Me
alegro hasta el infinito que Mariano en su discurso -perdón en una de
las réplicas- nos haya recordado que él es un político de derechas,
porque así yo tengo claro que no soy de derechas. Me revienta hasta el
infinito la estulticia de los corifeos del presidente que han igualado
su discurso, al justificar sus recortes, al famoso de Churchill de
“sangre, sudor y lágrimas”. Me indigna la servidumbre de quienes
justifican cualquier cosa afirmando que son las circunstancias las que
le han obligado a cambiar su discurso; mejor dicho, a no dejar en pie ni
una sola de las promesas que hizo durante la pasada campaña electoral.
Me enervan los cambalaches de los tertulianos de los medios próximos al
gobierno realizados para intentar salvar la cara, aunque no sé muy bien
si la que tratan de salvar es la suya o la de Mariano.
El
presidente del gobierno ha mentido. No es que haya faltado a la verdad
como usualmente dicen los amantes de lo correcto para no molestar, es
que ha mentido. Lo ha hecho al negar la evidencia: España es hoy un país
que ha perdido soberanía económica, que ni pincha ni corta en el BCE,
que está medio intervenido, que obedece a resoluciones extranjeras… con
“hombres de negro” que nos van a supervisar cada dos o tres meses. ¿Cabe
mayor desastre? Ha mentido cuando nos ha cantado la milonga de que su
milagroso paquete de medidas -deben leerse recortes- son para el bien de
España, de los españoles, para generar crecimiento y crear empleo… Y
los diputados han aplaudido a su jefe, porque también estaban salvando
sus jetas, aunque alguno quizás se viera como un gladiador con poco
entrenamiento diciendo aquello de “los que van a morir te saludan”.
Y
Mariano, como un torrente, por el bien de España, nos sube el IVA para
recaudar más, olvidando que tras la última subida cayó la recaudación y
aumentó la defraudación. Mariano, lanzado, baja las prestaciones de
desempleo aunque con mucho disimulo; quita pagas a los denostados
funcionarios, tras el previo calentamiento realizado por sus tentáculos
de opinión (el mismo hombre que lleva seis meses lanzando a la cara de
Rubalcaba que ellos son los únicos que han bajado el sueldo a los
funcionarios); suprime la deducción por vivienda, ahogando a millares de
familias; anuncia la reforma de las pensiones (inminente recorte de las
mismas, ya lo verán) y deja en penumbra otro puñadito de puñaladas
traperas lanzadas al alma de todos aquellos españoles que pagan sus
impuestos, tienen controladas sus nóminas y no defraudan a nadie. Las
presas favoritas de ese ave de rapiña que se adivina en la sombra del
pérfido Cristóbal Montoro.
Pero lo
mejor de todo es la justificación: nadie tiene la culpa de nada. Es la
crisis, la falta de Europa, son los bancos (se le olvida precisar que
son las Cajas fundamentalmente), son las administraciones que no pagan,
las instituciones (debe leerse Comunidades Autónomas) que no pueden
financiarse. Como si nada tuviera que ver con él o con la mayor parte de
las señorías que moran a tiempo parcial en el Congreso de los
Diputados. Es el juego del cambalache donde es lo mismo ser un paria que
ser honrado.
Pero vamos a ver:
¿Quiénes gobiernan en la inmensa mayoría de las administraciones locales
y autonómicas que no pagan, que nos han conducido al agujero de las
facturas y que han llevado a la quiebra técnica a miles de empresas y
autónomos? ¿Es que no las gobiernan los hombres del PP o del PSOE? ¿Es
que no han sido los hombres del PP o del PSOE los que no han pagado? ¿Es
que no han sido los hombres del PP o del PSOE los que se han endeudado?
Pero,
¿Cómo que tenemos instituciones que no pueden financiarse? ¿Se refiere a
Cataluña y a Valencia? ¿Y quiénes son los responsables de que se haya
llegado a esa situación? ¿Es que no ha gobernado en Valencia el PP con
mayorías absolutísimas? Y en este sentido lo que no nos ha explicado
Mariano es ¿por qué en vez de intervenir estas autonomías se va a
arbitrar una línea de crédito para que sobrevivan? ¿Por qué tenemos que
pagar todos los despilfarros de las traducciones al catalán, de las
embajadas autonómicas, de la inmersión y de las mil y una tonterías del
señor Mas? ¿Por qué no dicta condiciones, como a él se las han dictado,
al nacionalismo catalán y de paso hace un favor a España?
Y,
¿Cómo que esto es culpa sólo de los problemas del sector financiero?
¿Es que la quiebra de una parte de nuestro sector financiero,
básicamente las Cajas, no es responsabilidad de la clase política? ¿Es
que las Cajas no estaban bajo el control de los “amigos políticos”?
¿Quién señor Rajoy ha mandado o mangoneado en Caja Madrid primero y en
Bankia después? ¿Es que no recordamos ya las luchas de poder por el
control de la entidad entre el Partido Popular y Esperanza Aguirre? ¿Es
que no ha estado gobernada por los hombres del Partido Popular?
Eso
sí entre el cambalache y la milonga, géneros que Mariano interpreta
como nadie, nos ha colado las compensaciones para que hoy los de
derechas, sus corifeos, tengan algo con lo que contentarse: rebajará a
partidos y a los odiados sindicatos un 20% en las subvenciones. No, no y
mil veces no. Lo que tiene que hacer el gobierno es poner punto y final
a esas subvenciones y que los partidos y los sindicatos los paguen sus
afiliados, poniendo así fin al antidemocrático concepto de la democracia
subvencionada. Ha anunciado entre grandes aplausos que rebajará el
número de concejales, obviando que mucho me temo que serán los
concejales de los pequeños pueblos que naturalmente no cobran.
Mariano
ha pedido sacrificios a los ciudadanos, pero… ¿Por qué no ha anunciado
que desde mañana mismo cesan todos los asesores que tienen los
gobernantes populares a cualquier nivel (más de doscientos la señora
Botella) invitando a la oposición a sumarse a la medida? ¿Por qué no ha
anunciado que sus Comunidades Autónomas devuelven competencias al
Estado? ¿Por qué no ha entrado en algo tan vital para nuestra economía
como es poner fin al actual modelo autonómico?... y así, como diría un
personaje de Disney, “hasta el infinito y más allá del infinito”. Pero,
claro eso sería poner fin al sistema clientelar de los partidos que es
el que mantiene protegidos los asientos de sus señorías. Es por ahí por
donde se tiene que empezar a reconstruir económicamente España.
Los
españoles no pagamos el sueldo a Mariano Rajoy para que se dedique a la
improvisación, para que recurra a lo fácil a reducir la masa salarial y
a recaudar más para cuadrar las cuentas, porque en el fondo todas esas
medidas son para cuadrar unas cuentas que no hacen más que descuadrase.
Le pagamos para que planifique, para que sea imaginativo, para que deje
de improvisar mientras mira con cara de lechuga los triángulos que hacen
las curvas macroeconómicas y, sobre todo, para que haga reformas
estructurales que conduzcan a crear riqueza, a poner en marcha tejido
industrial y no a repartir la miseria de lo que la clase política con su
nefasta administración nos ha dejado.
Autor: Francisco Torres
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