lunes, 23 de julio de 2012

Minotauro

Cuentan que los atenienses, derrotados por Minos, aceptaron entre las condiciones de su rendición entregar cada año siete mancebos y siete doncellas al monstruoso Minotauro, que encerrado en su laberinto de Creta aguardaba la ofrenda que periódicamente aplacase su ira. Los mancebos y las doncellas eran abandonados a su suerte en el interior del laberinto, donde vagaban extraviados durante días, hasta que el Minotauro, después de jugar sádicamente con ellos al escondite, se los zampaba crudos. Así hasta que llegó Teseo, que sin más requilorios apioló alegremente al Minotauro, poniendo fin a casi treinta años de terror. Uno lee estas fábulas truculentas y piensa que sólo pudieron concebirse allá en el alba de la Humanidad, si no fuera porque...

¡Coño, porque -pensándolo bien- nosotros también tenemos nuestro Minotauro particular, al que ofrendamos nuestros mancebos y doncellas, en cumplimiento de unas condiciones de rendición irracionales! Nuestro Minotauro particular son los señores mercados financieros; y, por aplacar su ira -que es la prima de riesgo-, les vamos entregando nuestros mancebos y doncellas, hasta dejar la casa como un solar. Sólo que la ira de los mercados financieros, a diferencia de la ira del Minotauro, no se aplaca con ofrendas periódicas: por el contrario, tales ofrendas sólo sirven para excitarla golosamente; y, a cada ofrenda entregada, exigen una ofrenda más suculenta y copiosa. Igual que, allá en la antigua Atenas, el oráculo de Delfos recomendó a los atenienses la inmolación de los mancebos y las doncellas si deseaban mantener apaciguado al Minotauro, en España tenemos a una patulea de medioletrados que desfilan por las tertulietas recomendando que, si deseamos aplacar a los mercados financieros, «tenemos que hacer los deberes». Nadie sabe, sin embargo, en qué consiste exactamente «hacer los deberes»: al principio, tales deberes se cifraron en la «flexibilización del mercado laboral», que según aseguraban nuestros medioletrados, además de apaciguar al Minotauro, iba a producir puestos de trabajo a porrillo; Zapatero «flexibilizó» el mercado laboral y la prima de riesgo se puso de uñas. Después nos dijeron que había que mandar a freír gárgaras a Zapatero, pues según nuestros medioletrados no «generaba confianza» entre los señores mercados financieros; se envío a freír gárgaras a Zapatero y pusimos en su puesto a Rajoy, que generó tanta confianza que de inmediato los señores mercados financieros se envalentonaron, según el refrán: «Donde hay confianza, da asco». Y, aprovechando el impulso de la confianza, se sucedieron los «ajustes», «reformas» o «recortes», que con todos estos nombres floridos se conoce a las exacciones y saqueos de la economía real. ¿Para qué? Para que los señores mercados financieros se pusieran las botas, subiendo todavía más la prima de riesgo. 

Nuestros medioletrados, que han hallado entretanto en los vapuleados funcionarios la cantera de mancebos y doncellas que el Minotauro demanda, han acuñado una nueva expresión-talismán, que es «adelgazar la Administración»; pero todavía no se atreven a formular a las claras el deseo máximo de los señores mercados financieros, que no son las migajillas hurtadas con dietas de adelgazamiento, sino el festín opíparo que podrían pegarse si lograran pillar la pasta de la educación, la sanidad y las pensiones. Y, cuando hinquen el diente a ese momio, lo celebrarán como sólo ellos saben: subiendo la prima de riesgo. Porque han descubierto que España, como la acojonadita Atenas de las fábulas mitológicas, está dispuesta a entregar hasta a su madre con tal de que no la expulsen del euro. ¿Cuándo llegará nuestro Teseo?

Autor: Juan Manuel de Prada

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