martes, 5 de marzo de 2013

Grillados

Beppe Grillo
En una época en que la democracia ha adquirido una expansión casi universal, nos tropezamos -¡oh sorpresa!- con que una descomunal amalgama de poder (que en su esencia es poder plutocrático y supranacional) gobierna despóticamente el destino de las naciones. Esta amalgama de poder, mientras duraron las vacas gordas, mantuvo a la llamada «voluntad popular» adormecida, halagada, emborrachada con un enjambre de «derechos» y «libertades» que satisfacían sus deseos egoístas, a la vez que anestesiaban la exigencia de bien común y de justicia. Y, paralelamente, esta amalgama de poder ha mantenido a la llamada «voluntad popular» entretenida en una demogresca constante, mediante la creación de sendos negociados de «izquierdas» y «derechas» que competían en prometer más «derechos» y «libertades», con el propósito de mantener al pueblo en un estado de irritación creciente, dividido en todas las cuestiones, incluso (o sobre todo) en aquellas que deberían estar al margen del rifirrafe ideológico. Pero ha bastado que llegasen las vacas flacas para que esta amalgama de poder mostrase su verdadero rostro: los negociados de «derechas» e «izquierdas», tan aparentemente discutidores en todo, se han limitado a ejecutar los designios que les dictaba la plutocracia internacional, a la vez que se han puesto de acuerdo en el mantenimiento de las estructuras que aseguran su dominio, desde el régimen electoral a la disciplina del euro, pasando por las ayudas a la banca o el sostenimiento de un régimen administrativo hipertrófico que garantiza la colocación a sus adeptos.

De repente surge un tipo como este Beppe Grillo, que logra aunar el descontento de gentes muy diversas, denunciando las artimañas de esta amalgama de poder, y enseguida la maquinaria propagandística del sistema, olvidando su división en negociados de «izquierda» y «derecha», se alía con rara unanimidad en su desprestigio. Resulta, en verdad, llamativo que una maquinaria propagandística que se nutre de la demogresca adopte una actitud tan cerradamente concorde en la execración de un tipo como este Grillo; señal inequívoca de que en su figura ha olfateado el peligro de una convulsión. Sobre este Grillo los corifeos del sistema han derramado todo tipo de vituperios y denuestos; pero los remoquetes que más han apedreado nuestras meninges son los de «populista» y «antipolítico». «Populista», se supone, por halagar los bajos instintos del pueblo indignado; pero en el halago de esos bajos instintos es, precisamente, en lo que hasta ahora ha fundado su dominio la amalgama de poder que Grillo denuncia, y en lo que sus negociados de «izquierda» y «derecha» se desenvolvían como peces en el agua. «Antipolítico» por denigrar las estructuras corruptas que sostienen a los partidos políticos: Grillo ha montado su movimiento sin subvenciones públicas, sin apoyo propagandístico de los medios controlados por la amalgama de poder; y cada candidato se ha pagado de su bolsillo su campaña electoral, o ha buscado a quienes se la sufraguen. «Antipolítico», también, por atreverse a poner en solfa los dogmas idolátricos de la amalgama de poder: partitocracia, disciplina del euro, etcétera.

Mis simpatías por un movimiento como el que capitanea Grillo son escasas, pues no hace sino reflejar el estado terminal de una sociedad puesta de espaldas a las cualidades espirituales, resacosa de los materialismos esterilizantes con los que la amalgama de poder la mantuvo emborrachada durante décadas, que ahora se revuelve, furiosa y desnortada, buscando culpables. Pero ha hecho temblar a la amalgama de poder que nos ha conducido a esta situación; y en ese temblor hay una esperanza.

Autor: Juan Manuel de Prada

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