En la reciente Cumbrecita de Bruselas se
ha alcanzado un acuerdo para financiar futuros rescates bancarios. Y
como nadie se pone de acuerdo sobre situaciones futuras de improbable
cumplimiento, hemos de concluir que tales rescates no tardarán en
producirse. La maquinaria propagandística de la Unión Europea, sin
embargo, se ha esmerado en presentar tal calamidad como una bendición
para el «contribuyente», que supuestamente ya no tendrá que apechugar
con las consecuencias. Así lo han repetido una y mil veces, con su
característica jeta de feldespato, todos los ministros cumbreantes, que
de este modo ocultan la verdadera naturaleza del acuerdo, cuyo meollo no
es otro sino la institucionalización del saqueo al contribuyente.
Los rescates bancarios nos dicen habrán de pagarlos, en
primer lugar, los accionistas; medida que parece de sentido común,
siempre que tales accionistas sepan que lo son y no se les haya
embaucado haciéndoles creer que sus inversiones son modalidades
privilegiadas de ahorro, como aquí se hizo con los «preferentistas». Los
siguientes en la cola de los paganos serán los ahorradores: se
garantizarán nos aseguran los depósitos de menos de cien mil euros; en
cuanto a los depósitos que superen dicha cantidad
Aquí empiezan las
ambigüedades: se supone que tales depósitos no desaparecerán al modo de
los conejos en la chistera del prestidigitador; pero se insinúa que
sufrirán una repentina jibarización, al estilo chipriota. El uso
torticero del lenguaje eufemístico no debe distraernos de la animalada
que estos tíos se disponen a perpetrar: van a pillar cacho de nuestros
ahorros; y, para evitar que la gente se encabrone, apelan al recurso
psicológico del resentimiento, deslizando de forma tácita que los
ahorros superiores a cien mil euros merecen una protección menor porque
han sido ganados de forma injusta. Saben que se trata de una presunción
calumniosa; pero descubrieron en la experiencia-piloto chipriota que
esta distinción halaga los bajos instintos de la plebe, a la vez que
aísla en su desdicha a la minoría de ahorradores que han juntado a lo
largo de toda una vida más de cien mil euros, que no osan rechistar,
temerosos de provocar un mayor encarnizamiento contra sus depósitos.
El mero hecho de que se anuncie como si tal cosa el
saqueo de los ahorros revela el grado de postración moral al que hemos
llegado. Pero tal saqueo ocurrirá inexorablemente, pues los ministros
cumbreantes han resuelto que los bancos, para poder recibir dinero
público, habrán antes de imponer quitas a sus depositantes. Y, a la vez
que anuncian estas quitas, los ministros cumbreantes afirman con
socarronería que los depósitos estarán «garantizados». ¿Por quién,
majetes? ¿Por los Fondos de Garantía de Depósitos nacionales? ¿Alguien
en su sano juicio puede creer que el exhausto fondo español podrá hacer
frente a los rescates bancarios que se avecinan, cuando el Banco Central
Europeo realice los nuevos «tests de estrés» a la banca, que ya se
anuncian para 2014? ¿O estarán garantizados por el neonato «Mecanismo
Europeo de Estabilidad»? ¿Y cómo se financia este fondo? ¿No lo hace,
acaso, a través del dinero de los contribuyentes? Y los préstamos que el
MEDE haga a los Estados, ¿no se computarán acaso como deuda pública?
He aquí lo que la maquinaría propagandística de la Unión
Europea pretende ocultar. Los inminentes rescates bancarios se
financiarán ordeñando doblemente al contribuyente: primero, mediante el
saqueo de sus ahorros; después, mediante la exacción. ¿No querías caldo?
Pues toma dos tazas.
Autor: Juan Manuel de Prada
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