España tiene un aire barroco y terminal, mientras la gente hace cola ante la
oficina del paro y el dinero de los patriotas -que por la mañana, en sus
desayunos de negocios, entonan las loas del euro- huye por los
terminales informáticos. España es una cuenta de hotmail que se ha
quedado obsoleta, esperando el cierre por derribo.
-¿Qué va a ser de España? -nos preguntamos, con un desgarro noventayochista.
Y viene a respondernos el chino de la esquina,
que huyó de su patria hace ya muchos años, harto de trabajar de sol a
sol por cuatro yuanes en un taller clandestino dedicado a la fabricación
de chirimbolos de regalo para las hamburgueserías:
-Pues va a ser que, como no os salgáis pronto del euro, os convertiréis en una colonia.
-¿De China?
-También de China, pero primeramente de Alemania.
Cuando a los españoles nos dicen que llevamos
camino de convertirnos en una colonia tendemos a pensar que acabaremos
siendo una especie de gran resort turístico o putiferio disfrazado de
casino donde los guiris jubilados vienen a ponerse morenos y a tocar el
culo a las camareras. Le pregunto al chino si se refiere a este tipo de
colonia.
-Bueno, a esa también. Pero, básicamente, lo que planean los alemanes es poneros a trabajar de sol a sol por cuatro duros.
Y me explica el planazo alemán, que consiste en
mantener la extorsión sobre la deuda española, impidiendo que se reduzca
la prima de riesgo. De este modo, para poder seguir pagando los plazos
de la deuda, el Gobierno español -que seguiría presidiendo Rajoy
mientras persevere en su dontancredismo, o el Monti o mamporrero de
turno que Alemania determine que lo sustituya, si Rajoy se pone
levantisco-, tendrá que seguir inflándonos a impuestos, reduciéndonos la
paga y ordeñando nuestra capacidad adquisitiva hasta niveles de
consunción. Para entonces, España será un país quebrado, y nuestros
sueldos, una birria, y el paro campeará por doquier; entonces los
alemanes, haciéndose los caritativos, nos usarán para deslocalizar sus
empresas, lo que les permitirá vender sus productos a precios más
competitivos.
-Trabajaréis como chinos, pero para Alemania -me asegura el chino de la esquina.
-¿Y qué podemos hacer para evitarlo?
-Salir del euro de inmediato. Seréis un poco más
pobres, pero honrados. Si no salís, os terminarán echando igualmente,
pero condenándoos a la mendicidad.
-Pero, ¡a ver quién es el valiente que rompe
una lanza por la peseta! Abres la boca y los analistas al servicio de
los patriotas que evaden capitales te la tapan con un arsenal de
artículos de fondo, cantando las loas del euro.
Creo que el chino de la esquina me ha guiñado
un ojo; pero con los chinos nunca se sabe, porque son ladinos y
enigmáticos. Me consuela:
-A la larga, nosotros haremos con los
alemanes lo mismo que ellos están haciendo ahora con vosotros. Toda
Europa acabará siendo una gran colonia china; y los talleres
clandestinos donde se trabaja de sol a sol se instalarán en vuestras
ciudades. Siempre me han hecho mucha gracia vuestros analistas
económicos, cuando se preguntan: «¿Habrá recursos naturales suficientes
para sostener una China con el nivel de consumo de Europa?». ¡Pobres
imbéciles! ¿Quién les habrá dicho que, cuando China alcance ese nivel
adquisitivo, Europa lo mantendrá? Algún día no muy lejano, en los
chirimbolos que regalan en las hamburgueserías podrá leerse: «Made in
Europe».
Y en éstas, se cae la bandera de la plaza de Colón al suelo, como un trapo rendido y funeral.
Autor: Juan Manuel de Prada
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