Rajoy... y su morro. |
«Lo peor que le
puede ocurrir a un gobernante es no entender la realidad en la que
vive», afirmaba Rajoy en la entrevista de Bieito Rubido y Ramón
Pérez-Maura que el domingo publicaba ABC. No era la única ocasión en la que el
presidente del Gobierno, para justificar los incumplimientos de su
programa o la adopción de medidas antipopulares, se refería a la
«realidad» poco halagüeña que padecemos. Es, en verdad, encomiable que
un gobernante se rija por criterios realistas. El idealismo es uno de
los errores filosóficos más graves de la modernidad, acaso el más grave
de todos; y consiste en creer que la realidad de las cosas es
incognoscible para el hombre. Esta negación de la realidad, que en
filosofía acaba arrastrando fatalmente al relativismo, en política ha
favorecido la floración de los utopistas y arbitristas más variopintos,
convencidos de que la realidad puede amoldarse a unas «ideas»
preconcebidas que, por contagio, logran infundir en una multitud
cretinizada que los acompaña gozosamente hasta el barranco. La
recuperación del sano realismo, en política como en filosofía, es tarea
apremiante y necesaria para la salvación del mundo. Rajoy, mucho más
modestamente, cree -risum teneatis- que su realismo le permitirá ser reelegido.
Pero, ¿es Rajoy un realista verdadero? Sería
tedioso traer aquí a colación el enjambre de declaraciones que Rajoy
hizo cuando todavía se hallaba en la oposición, en contra de las medidas
económicas decretadas por el gobierno de Zapatero; muy notoriamente
podríamos destacar su campaña contra la subida del IVA, que según nos
decía entonces no haría sino paralizar aún más el tráfico mercantil,
condenar a la quiebra a muchos pequeños empresarios y fomentar la
economía sumergida, sin aumentar a la larga la recaudación. Entonces
Rajoy era un realista, aunque su realismo resultase un tanto adánico,
como siempre le ocurre al político cuando se halla en la oposición;
pero, puesto a gobernar, Rajoy no hace sino agravar el mal que entonces
condenaba. ¿Por realismo? En la entrevista que publicaba ABC reconocía
que la subida del IVA no la hace por gusto, de donde se deduce que la
hace forzado. Pero aceptar la realidad nunca es algo forzado, sino
razonable; luego si sube el IVA a disgusto es porque se lo imponen unas
«ideas» que ni siquiera reconoce como suyas: ideas de arbitristas con
poltrona en Bruselas, que creen que la realidad se amoldará a sus
cálculos desencarnados. Pero la señora realidad es lo más carnal que
existe; y siempre desmiente a los calculadores desencarnados.
Aquí se percibe que Rajoy no actúa como un
político realista, sino como un aplicado ejecutor de las órdenes que
recibe de Bruselas. Esta falta de realismo se aprecia también en la
creación de ese «banco malo» que, en aplicación de las imposiciones de
Bruselas, acogerá los «activos tóxicos» de la banca española. El
gobierno de Rajoy nos asegura que este banco no tendrá coste alguno para
el contribuyente; pero si se crea un «banco malo» es, precisamente,
porque no existe mercado para tales «activos tóxicos», pues de lo
contrario serían las propias entidades bancarias que los han generado
las que se preocuparían de sacarles rendimiento. Los activos tóxicos de
ese banco malo serán saneados por el contribuyente; y negarlo es
idealismo de arbitristas que no comprenden la realidad. Pero la señora
realidad es tozuda; y entre sus métodos persuasivos no excluye los
escarmientos más dolorosos. Claro que los arbitristas siempre se las
ingenien para que el escarmiento sea en cabeza ajena, que aquí será,
para variar, la cabeza de los pobres paganos.
Autor: Juan Manuel de Prada
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