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Beppe Grillo |
En una época en
que la democracia ha adquirido una expansión casi universal, nos
tropezamos -¡oh sorpresa!- con que una descomunal amalgama de poder (que
en su esencia es poder plutocrático y supranacional) gobierna
despóticamente el destino de las naciones. Esta amalgama de poder,
mientras duraron las vacas gordas, mantuvo a la llamada «voluntad
popular» adormecida, halagada, emborrachada con un enjambre de
«derechos» y «libertades» que satisfacían sus deseos egoístas, a la vez
que anestesiaban la exigencia de bien común y de justicia. Y,
paralelamente, esta amalgama de poder ha mantenido a la llamada
«voluntad popular» entretenida en una demogresca constante, mediante la
creación de sendos negociados de «izquierdas» y «derechas» que competían
en prometer más «derechos» y «libertades», con el propósito de mantener
al pueblo en un estado de irritación creciente, dividido en todas las
cuestiones, incluso (o sobre todo) en aquellas que deberían estar al
margen del rifirrafe ideológico. Pero ha bastado que llegasen las vacas
flacas para que esta amalgama de poder mostrase su verdadero rostro: los
negociados de «derechas» e «izquierdas», tan aparentemente discutidores
en todo, se han limitado a ejecutar los designios que les dictaba la
plutocracia internacional, a la vez que se han puesto de acuerdo en el
mantenimiento de las estructuras que aseguran su dominio, desde el
régimen electoral a la disciplina del euro, pasando por las ayudas a la
banca o el sostenimiento de un régimen administrativo hipertrófico que
garantiza la colocación a sus adeptos.
De repente surge un tipo como este Beppe Grillo,
que logra aunar el descontento de gentes muy diversas, denunciando las
artimañas de esta amalgama de poder, y enseguida la maquinaria
propagandística del sistema, olvidando su división en negociados de
«izquierda» y «derecha», se alía con rara unanimidad en su desprestigio.
Resulta, en verdad, llamativo que una maquinaria propagandística que se
nutre de la demogresca adopte una actitud tan cerradamente concorde en
la execración de un tipo como este Grillo; señal inequívoca de que en su
figura ha olfateado el peligro de una convulsión. Sobre este Grillo los
corifeos del sistema han derramado todo tipo de vituperios y denuestos;
pero los remoquetes que más han apedreado nuestras meninges son los de
«populista» y «antipolítico». «Populista», se supone, por halagar los
bajos instintos del pueblo indignado; pero en el halago de esos bajos
instintos es, precisamente, en lo que hasta ahora ha fundado su dominio
la amalgama de poder que Grillo denuncia, y en lo que sus negociados de
«izquierda» y «derecha» se desenvolvían como peces en el agua.
«Antipolítico» por denigrar las estructuras corruptas que sostienen a
los partidos políticos: Grillo ha montado su movimiento sin subvenciones
públicas, sin apoyo propagandístico de los medios controlados por la
amalgama de poder; y cada candidato se ha pagado de su bolsillo su
campaña electoral, o ha buscado a quienes se la sufraguen.
«Antipolítico», también, por atreverse a poner en solfa los dogmas
idolátricos de la amalgama de poder: partitocracia, disciplina del euro,
etcétera.
Mis simpatías por un movimiento como el que
capitanea Grillo son escasas, pues no hace sino reflejar el estado
terminal de una sociedad puesta de espaldas a las cualidades
espirituales, resacosa de los materialismos esterilizantes con los que
la amalgama de poder la mantuvo emborrachada durante décadas, que ahora
se revuelve, furiosa y desnortada, buscando culpables. Pero ha hecho
temblar a la amalgama de poder que nos ha conducido a esta situación; y
en ese temblor hay una esperanza.
Autor: Juan Manuel de Prada
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