Dijo Foxá en cierta ocasión que morir por la democracia
era como hacerlo por el sistema métrico decimal; pero le faltó añadir
que, puestos a elegir entre la democracia y el sistema métrico decimal,
los demócratas listos se quedan con el segundo. A fin de cuentas, el
sistema métrico decimal les sirve para contar la pasta; pero la
democracia, faltándoles la pasta, ¿para qué les sirve? Esta Europa de
los mercaderes fundó su fuerza sobre el cómputo de la pasta; pero cuando
pones a la gente a contar la pasta, acaba cagándose en todas las
patrias, porque la pasta no conoce otra patria que aquella donde puede
seguir medrando: «Ubi bene, ibi patria est».
El patriotismo, en las democracias montadas sobre el
cómputo de la pasta, acaba siendo una pasión de pobres o dicho más
descarnadamente de tontos, lo mismo que el antipatriotismo; pasión que
los listos se preocupan de estimular con placebos diversos, mientras
ellos siguen contando la pasta. Uno de los placebos más eficaces para
estimular esta pasión de tontos es la hazaña deportiva, que provoca
inmediatos «subidones de moral». El patriotismo y el antipatriotismo de
los tontos acaba de vivir jornadas gloriosas con la final de la Copa del
Rey; y se anticipan jornadas orgiásticas con la celebración de la
Eurocopa, que verá a los patriotas «vibrando de emoción» con las
victorias de «la roja», lo mismo que a los antipatriotas con sus
derrotas. Y, mientras los tontos se entretienen con estos «subidones de
moral», idóneos para tiempos difíciles, los listos pueden dedicarse más
tranquilamente al sistema métrico decimal; esto es, a contar su pasta y a
hacerla medrar, cambiándola de patria.
En el primer trimestre del año en curso, se registró una
salida de capitales de España de 100.000 millones de euros; y se calcula
que, al calor de la debacle de Bankia, podrían haber salido otros
200.000 millones, que sumados a los del primer trimestre representan
aproximadamente un tercio de nuestro producto interior bruto. Tamaña
desbandada patriótica no podría ni siquiera concebirse sin la muy
patriótica cooperación de la banca española «la mejor del mundo», según
el dictamen del listo de Zapatero, que con inestimable celo ofrece a
sus «clientes vip» la posibilidad de transferir su pasta a las oficinas
que tienen en el exterior. ¿Recuerdan cómo se celebraba que los bancos
españoles abriesen oficinas en el extranjero, o adquiriesen bancos
foráneos? Pues ya ven para lo que sirven tales expansiones: para que el
dinero de los listos encuentre siempre acomodo donde le conviene,
mientras los tontos ven peligrar sus ahorrillos. Pero los duelos con
circo son menos; y, a falta de pan, siempre habrá una hazaña deportiva
que llevarse a la boca, con el subsiguiente «subidón de moral».
Autor: Juan Manuel de Prada
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